dilluns, 19 de desembre del 2011

Los 12 trabajos de Hércules

1er trabajo. Matar al León de Nemea

El león había estado aterrorizando los alrededores de Nemea, y tenía una piel tan gruesa que resultaba impenetrable a las armas.
La morada del animal tenía dos entradas: Heracles lo azuzó hasta que el animal penetró en ella, taponó una de las entradas y acorralándolo por la otra lo atrapó y estranguló metiéndole un brazo por la garganta hasta asfixiarle.




2º trabajo. Matar a la Hidra de Lerna

Tras llegar a la ciénaga cercana al lago Lerna, Heracles cubrió su boca y nariz con una tela para protegerse de su aliento venenoso y disparó flechas en llamas a su refugio (la fuente de Amimone) para obligarle a salir. Entonces se enfrentó a ella con una hoz; tras cortar cada una de sus cabezas Heracles descubrió que le crecían dos nuevas cabezas.
Advirtiendo que no podría derrotar a la Hidra de esta forma, Heracles pidió ayuda a su sobrino Yolao. Éste tuvo la idea de usar una tea ardiendo para quemar el muñón del cuello tras cada decapitación. Heracles cortó todas las cabezas y Yolao quemó los cuellos abiertos, matando así a la Hidra. Heracles tomó entonces su única cabeza inmortal y la enterró bajo una gran roca en el camino sagrado entre Lerna y Eleia y mojó sus flechas en la sangre venenosa de la Hidra, completando así su segundo trabajo.


3er trabajo. Capturar viva a la Cierva de Cerinia
 
Heracles debía capturar a la cierva para llevarla viva a Micenas y entregarla a Euristeo. La cierva de Cerinia, tenía pezuñas de bronce y cornamenta de oro, estaba consagrada a Artemisa ya que era una de las cinco ciervas que la diosa había intentado capturar para engancharlas a su carro y había sido la única que había logrado escapar. Pero la cierva era muy veloz y no le fue fácil atraparla, por lo que la persiguió día y noche sin descanso hasta el país de los Hiperbóleos. Allí la capturó mientras ésta tomaba agua y la llevó a Euristeo. Heracles, era consciente de que si derramaba una sola gota de sangre de la cierva de Cerinia tendría que dar explicaciones con su consiguiente castigo. Aprovechando que la cierva estaba bebiendo, Heracles le atravesó las dos patas por la piel utilizando una flecha que hizo pasar entre el tendón y el hueso, sin llegar a derramar su sangre. Una vez inmovilizada, la apresó y la llevó a Micenas.




4º trabajo. Capturar vivo al Jabalí de Erimanto

En el camino hacia Erimanto, Heracles hizo una parada para visitar a su amigo el centauro Folo, quien en memoria de tiempos lejanos compartió con él su comida y su vino. Pero los otros centauros, al oler el vino que estaba especialmente reservado para ellos se enfurecieron de tal manera que atacaron a Heracles, quien primero los rechazó y luego con sus flechas envenenadas mató a varios de ellos mientras los demás se retiraban. Mientras Heracles enterraba a sus víctimas, su amigo Folo sacó una de las flechas de Heracles y la examinó asombrado de que algo tan pequeño pudiese dar muerte a criaturas tan formidables, pero con tan mala suerte que la flecha se le cayó hiriéndolo en un pie y matándolo. Heracles lo enterró al pie de la montaña que tomó su nombre. Retomando el trabajo que tenía que finalizar, Heracles encontró al jabalí y persiguiéndole durante varias horas, lo fue acorralando a una zona cubierta de nieve donde saltó sobre su lomo atándolo con unas cadenas proporcionadas por Atenea después, llevándoselo a Micenas sobre sus hombros. Cazar a esta enorme criatura fue el cuarto trabajo de los doce que Euristeo mandó realizar a Heracles.



5º trabajo. Limpiar los establos de Augías

Por designio de los dioses el ganado de Augías no sufría de enfermedades, por lo que logró poseer el mayor rebaño de todo el país. Doce toros que le había regalado su padre Helios defendían al resto de la manada, haciendo que el ganado de Augías tampoco sufriera bajas por las fieras de los alrededores. Eran conocidos sus establos, que nunca habían sido limpiados hasta que lo hizo Heracles en un solo día en cumplimiento de su quinto trabajo. Euristeo le encargó esta extraña misión con el fin de humillarle y ridiculizarle, pues tal era la cantidad de excrementos acumulados en los establos que era prácticamente imposible limpiarlos en un sólo día. Así el gran Heracles, vencedor de terribles monstruos y hazañas heroicas, caería humillado ante una tarea tan denigrante. Pero el astuto héroe cumplió su trabajo abriendo un canal que atravesaba los establos y desviando por él el cauce de los ríos Alfeo y Peneo, que arrastraron toda la suciedad.
Augías montó entonces en cólera, pues había prometido a Heracles regalarle una parte de su ganado si realizaba la misión en un sólo día. Se negó a cumplir su promesa alegando que el trabajo lo habían realizado los ríos, y cuando el testimonio de su hijo Fileo convenció a los jueces para que le dieran la razón a Heracles, Augías le desterró del reino. Euristeo por su parte tampoco consideró el trabajo como uno de los diez, ya que Heracles había sido contratado por Augias.








6º trabajo. Acabar con los Pájaros del Estínfalo

Los pájaros del Estinfalo eran unas aves que tenían picos, alas y garras de bronce y cuyos excrementos venenosos arruinaban los cultivos. Poblaban la región y el bosque alrededor del lago Estínfalo. Euristeo comandó entonces a Heracles que acabase con la amenaza de dichas aves, como parte de Los doce trabajos de Heracles, ya que en ocasiones atacaban al ganado o a la población. Heracles se dirigió al Estínfalo, y ahí se encontró desolado pues la misión era especialmente difícil de completar: las aves eran demasiadas para sus flechas y su legendaria fuerza no le servía de nada.
Entonces apareció Atenea y le socorrió dándole un cascabel (o una campana) de bronce y le mandó a que lo tocara desde una colina elevada, al hacerlo las aves asustadas emprendieron vuelo y nunca más se les volvió a ver en el bosque y el lago. Muchas de ellas fueron derribadas por las flechas de Heracles y las que consiguieron escapar huyeron hacia la isla de Ares en el Mar Negro donde fueron encontradas años después por los Argonautas. Cuando Heracles volvió con Euristeo, este se hallaba en su refugio debido a que varios de los pájaros de bronce volaban alrededor de su palacio, al ver esto Heracles sonó su cascabel y los pájaros se alejaron de ahí.











7º trabajo. Capturar vivo al Toro de Creta


El rey cretense Minos había prometido a Posidón sacrificar en su honor un hermoso toro. Minos incumplió su promesa y Posidón, como venganza, volvió loco al animal e hizo que Pasífae, esposa de Minos, se aparease con él, concibiendo al Minotauro. El toro, que arrojaba llamas por la boca, recorría la isla destrozándolo todo a su paso.
Euristeo ordenó a Heracles que capturase al toro. Tras una ardua lucha, Heracles doblegó al monstruo y lo llevó vivo a Micenas, donde Euristeo quiso consagrarlo a Hera, quien rechazó el regalo. El toro fue puesto en libertad.














8º trabajo. Capturar a las Yeguas de Diomedes

El octavo de los doce trabajos de Heracles consistía en capturar a las cuatro Yeguas de Diomedes, que comían carne humana. Éste las tenía atadas con cadenas y las alimentaba con la carne de sus inocentes huéspedes. Heracles partió con un grupo de voluntarios, consiguiendo arrebatárselas a Diomedes, que furioso fue con su ejército a matar a Heracles, pero él lo mató arrojando el cuerpo de éste aún con vida a sus yeguas y su ejército huyó. Tras devorarlo, las yeguas se volvieron tan mansas que el héroe las pudo atar al carro de Diomedes y se las llevó a Micenas, donde fueron regaladas a Hera. Durante la lucha, las yeguas devoraron a Abdero, amigo de Heracles, quien había quedado encargado en custodiarles, entonces Heracles fundó en su honor la ciudad de Abdera.Se dice que las yeguas murieron en el monte olimpo devoradas por las fieras y las alimañas.





9º trabajo. Conseguir el cinturón de Hipólita

Hipólita, reina de las amazonas, llevaba un cinturón regalo de Ares, el dios de la guerra. Euristeo quiso regalar este cinturón a su hija Admete, e impuso a Heracles la tarea de conseguirlo.
Los amigos de Heracles se unieron a él en su aventura para ayudarlo a vencer al poderoso ejército de las amazonas. Embarcaron hacia Escitia, región próxima al Mar Negro, y desembarcaron en el puerto de Temiscira, donde Hipólita fue a visitarlos. Sintiéndose atraída por el musculoso cuerpo de Heracles, Hipólita le ofreció el cinturón como prenda de amor. Mientras tanto Hera, disfrazada de amazona, había difundido el rumor de que los extranjeros planeaban raptar a Hipólita; las amazonas, encolerizadas, atacaron la nave de los griegos. Heracles, sospechando una traición, mató a Hipólita y le arrebató el cinturón; tras una dura batalla en la que Heracles dio muerte a todas las jefas amazonas obligó a huir a su ejército.










10º trabajo. Robar el ganado de Gerión

Gerión era un monstruoso gigante alado. Estaba formado por tres cuerpos humanos completos unidos por la cintura. Era invencible en la batalla, pues con sus seis brazos blandía tres espadas y tres dagas al mismo tiempo y, desde el aire, utilizaba un arco con uno de sus cuerpos mientras blandía una lanza con otro. Sus tres cabezas le hacían además dueño de una gran sabiduría. Era dueño de un perro de dos cabezas llamado Ortro, que era el hermano de Cerbero, y de una espléndida cabaña de ganado que era guardado por Ortro y por un pastor llamado Euritión. 
Heracles mató a Gerión y sus dos perros, cuando después de una de sus misiones éste le robó su rebaño de vacas rojas y bueyes. Gerión fue en busca de venganza, pero cuando sobrevolaba a Heracles, éste, oculto, le disparó una flecha envenenada con la sangre de la Hidra que atravesó sus tres cuerpos.


 
11º trabajo. Robar las manzanas del jardín de las Hespérides

Las Hespérides eran las ninfas que cuidaban un maravilloso jardín en un lejano rincón del occidente.
El Jardín de las Hespérides es el huerto de Hera en el oeste, donde un único árbol o bien toda una arboleda daban manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad. Como no confiaba en ellas, Hera también dejó en el jardín un dragón de cien cabezas llamado Ladrón que nunca dormía, como custodio añadido.
El undécimo trabajo fue robar las manzanas del jardín de las hespérides. Para ello Heracles capturó primero a Nereo, el dios del mar que cambiaba de forma, para averiguar dónde estaba situado el jardín.
Llegando finalmente al jardín de las hespérides, Heracles engañó a Atlas para que recuperase algunas manzanas de oro ofreciéndose a sujetar el cielo mientras iba a buscarlas (en esta historia Atlas podría tomarlas pues sería el padre de las hespérides). Al volver con las manzanas, Atlas decidió no aceptar la devolución de los cielos, y dijo que él mismo llevaría las manzanas a Euristeo, pero Heracles le engañó de nuevo pidiéndole que sujetase el cielo un momento para que pudiera ponerse su capa como almohadilla sobre los hombros, a lo que éste accedió. Entonces Heracles tomó las manzanas y se marchó.




12º trabajo. Atrapar al Can Cerbero

Cerbero era el perro de Hades, un monstruo de tres cabezas con una serpiente en lugar de cola.
Cerbero guardaba la puerta del Hades (el inframundo griego) y aseguraba que los muertos no salieran y que los vivos no pudieran entrar.
El último de los doce trabajos de Heracles fue capturar a Cerbero. Viajó primero a Eleusis para ser iniciado en los misterios eleusinos y aprender así cómo entrar y salir vivo del Hades, y de paso para absolverse a sí mismo de la culpa por haber matado a sus hijos. Encontró la entrada al inframundo en Tanaerum. Atenea y Hermes le ayudaron a traspasar la entrada a la ida y a la vuelta. Gracias a la insistencia de Hermes y a su propio aspecto fiero, Caronte le llevó en su barca a través del Aqueronte.
Mientras estaba en el inframundo, Heracles liberó a Teseo, pero la tierra tembló cuando intentó liberar a Pirítoo, por lo que tuvo que dejarlo atrás. Ambos habían sido encarcelados por Hades, quien los había sujetado mágicamente a un banco cuando intentaron secuestrar a Perséfone. Dicha magia era tan fuerte que cuando Heracles tiró de Teseo para liberarlo, parte de los muslos de éste quedaron pegados al banco, lo que explicaría por qué sus descendientes tenían muslos notablemente delgados.
Cuando Heracles pidió el perro Cerbero a Hades éste le dio permiso para llevárselo si conseguía dominarlo sin emplear armas. Tras un prolongado forcejeo con Cerbero logró vencerlo y se lo llevó a Micenas, y tras presentarlo ante Euristeo lo devolvió a Hades.








dijous, 15 de desembre del 2011

Orfeo y Eurídice

 Orfeo estaba desposado con la Ninfa Eurídice, de la que estaba profundamente enamorado.
Un día que ella estaba paseando por la orilla de un río, se encontró con el pastor Aristeo. Cautivado por su belleza, Aristeo se enamoró de ella y la persiguió por el campo.
Eurídice trató de escapar, pero mientras corría tropezó con una serpiente, que le mordió el pie con su letal veneno, depositando en ella la semilla de la muerte. Abatido por su pérdida, Orfeo decidió viajar a los infiernos (de los que ningún mortal habría retornado jamás), para lograr que le fuera devuelta su esposa.
A Perséfone, reina del mundo subterráneo, le conmovió tanto su pena, que accedió a su petición a cambio de que no mirarse a Eurídice en el camino de vuelta a la luz. Pero a medida que se acercba el final de su viaje, Orfeo, no pudo evitar mirar hacia atrás para comprobar que su amada seguía junto a él. Al mirar se desvaneció ante su ojos y la perdió para siempre. Orfeo nunca se recuperó y vivió con ese sufrimiento el resto de sus días.




Cuentan las leyendas que, en la época en que dioses y seres fabulosos poblaban la tierra, vivía en Grecia un joven llamado Orfeo, que solía entonar hermosísimos cantos acompañado por su lira. Su música era tan hermosa que, cuando sonaba, las fieras del bosque se acercaban a lamerle los pies y hasta las turbulentas aguas de los ríos se desviaban de su cauce para poder escuchar aquellos sones maravillosos.
                Un día en que Orfeo se encontraba en el corazón del bosque tañendo su lira, descubrió entre las ramas de un lejano arbusto a una joven ninfa que, medio oculta, escuchaba embelesada. Orfeo dejó a un lado su lira y se acercó a contemplar a aquel ser cuya hermosura y discreción no eran igualadas por ningún otro.
    - Hermosa ninfa de los bosques –dijo Orfeo-, si mi música es de tu agrado, abandona tu escondite y acércate a escuchar lo que mi humilde lira tiene que decirte.
    La joven ninfa, llamada Eurídice, dudó unos segundos, pero finalmente se acercó a Orfeo y se sentó junto a él. Entonces Orfeo compuso para ella la más bella canción de amor que se había oído nunca en aquellos bosques. Y pocos días después se celebraban en aquel mismo lugar las bodas entre Orfeo y Eurídice.
    La felicidad y el amor llenaron los días de la joven pareja. Pero los hados, que todo lo truecan, vinieron a cruzarse en su camino. Y una mañana en que Eurídice paseaba por un verde prado, una serpiente vino a morder el delicado talón de la ninfa depositando en él la semilla de la muerte. Así fue como Eurídice murió apenas unos meses después de haber celebrado sus bodas.
    Al enterarse de la muerte de su amada, Orfeo cayó presa de la desesperación. Lleno de dolor decidió descender a las profundidades infernales para suplicar que permitieran a Eurídice volver a la vida.
    Aunque el camino a los infiernos era largo y estaba lleno de dificultades, Orfeo consiguió llegar hasta el borde de la laguna Estigia, cuyas aguas separan el reino de la luz del reino de las tinieblas. Allí entonó un canto tan triste y tan melodioso que conmovió al mismísimo Carón, el barquero encargado de transportar las almas de los difuntos hasta la otra orilla de la laguna.
    Orfeo atravesó en la barca de Carón las aguas que ningún ser vivo puede cruzar. Y una vez en el reino de las tinieblas, se presentó ante Plutón, dios de las profundidades infernales y, acompañado de su lira, pronunció estas palabras:
    - ¡Oh, señor de las tinieblas! Héme aquí, en vuestros dominios, para suplicaros que resucitéis a mi esposa Eurídice y me permitáis llevarla conmigo. Yo os prometo que cuando nuestra vida termine, volveremos para siempre a este lugar.
    La música y las palabras de Orfeo eran tan conmovedoras que consiguieron paralizar las penas de los castigados a sufrir eternamente. Y lograron también ablandar el corazón de Plutón, quien, por un instante, sintió que sus ojos se le humedecían.
    - Joven Orfeo –dijo Plutón-, hasta aquí habían llegado noticias de la excelencia de tu música; pero nunca hasta tu llegada se habían escuchado en este lugar sones tan turbadores como los que se desprenden de tu lira. Por eso, te concedo el don que solicitas, aunque con una condición.
    - ¡Oh, poderoso Plutón! –exclamó Orfeo-. Haré cualquier cosa que me pidáis con tal de recuperar a mi amadísima esposa.
    - Pues bien –continuó Plutón-, tu adorada Eurídice seguirá tus pasos hasta que hayáis abandonado el reino de las tinieblas. Sólo entonces podrás mirarla. Si intentas verla antes de atravesar la laguna Estigia, la perderás para siempre.
    - Así se hará –aseguró el músico.
    Y Orfeo inició el camino de vuelta hacia el mundo de la luz. Durante largo tiempo Orfeo caminó por sombríos senderos y oscuros caminos habitados por la penumbra. En sus oídos retumbaba el silencio. Ni el más leve ruido delataba la proximidad de su amada. Y en su cabeza resonaban las palabras de Plutón: “Si intentas verla antes de atravesar la laguna de Estigia, la perderás para siempre”.
    Por fin, Orfeo divisó la laguna. Allí estaba Carón con su barca y, al otro lado, la vida y la felicidad en compañía de Eurídice. ¿O acaso Eurídice no estaba allí y sólo se trataba de un sueño?. Orfeo dudó por un momento y, lleno de impaciencia, giró la cabeza para comprobar si Eurídice le seguía. Y en ese mismo momento vio como su amada se convertía en una columna de humo que él trató inútilmente de apresar entre sus brazos mientras gritaba preso de la desesperación:
    - Eurídice, Eurídice...
         Orfeo lloró y suplicó perdón a los dioses por su falta de confianza, pero sólo el silencio respondió a sus súplicas. Y, según cuentan las leyendas, Orfeo, triste y lleno de dolor, se retiró a un monte donde pasó el resto de su vida sin más compañía que su lira y las fieras que se acercaban a escuchar los melancólicos cantos compuestos en recuerdo de su amada.



diumenge, 4 de desembre del 2011

El acueducto de Segovia sigue siendo un enigma para los historiadores y los arqueólogos.Es, sin duda, la obra de ingeniería más artística y monumental de la historia romana. Es una obra inmensa, importantísima y sin embargo no se tiene noticia de que aquí hubiera población romana importante. Tampoco se ponen de acuerdo los historiadores sobre la fecha de su construcción. Unos aseguran que fue en tiempos de Augusto, el primer emperador de Roma desde el 27 adC al 14 d.C.), y otros dicen que de tiempos del emperador Claudio (41-54 d.C.). Se ha mantenido en activo a través de los siglos y quizás por eso haya llegado al tiempo presente en perfecto estado. 



Año de construcción: Entre finales del Siglo I y principios del Siglo II D.C.

El historiador e investigador húngaro Géza Alföldy recibió ayer la Medalla de Honor de IE Universidad en reconocimiento a su trayectoria profesional y de forma muy directa al trabajo que sobre la cartela del Acueducto de Segovia realizó en 1992, que ha contribuido a desvelar secretos del origen del monumento romano y a procurar su mejor conservación.

Tras investigar cuidadosamente los agujeros donde debían estar las letras de bronce de la inscripción Alfóldy anunció su descubrimiento: Trajano no ordenó hacer el acueducto, sólo mandó repararlo. Los agujeros, a más de 20 metros del suelo nunca se habían fotografiado en detalle, pero gracias a la subvención del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid ahora se ha hecho por primera vez y con ese material trabajó Alfóldy. 
El esfuerzo valió la pena, se descubrieron agujeros que antes no se tenían documentados, mientras otros resultaron ser sólo sombras. Se distinguieron las marcas dejadas por las tenazas que movían los sillares y concluyeron que las letras medían entre 32 y 35 cm de altura por unos 5 cm deancho. Con esto se hicieron plantillas de las letras y se empezó a intentar encajarlas. 













Transcripción:
IMP*NERVAE*TRAIANI*CAES*AUG*GERM*P*M*TR*P*Il*COS*ll*PATRIS

PATRIAE IUSSU
P*NUMMIUS*NUMM1ANUS*ET*P*FAB1US*TAURUS*IIV~R*MUNIC*FL*SEGOVIENSIUM*AQUAM
 RESTITUERUNT.

Traduccción:
Por orden del Emperador Nerva Trajano César Augusto Germánico,
Pontífice Máximo, en su 20 Potestad Tribunicia, cónsul dos veces, Padre de
la Patria, Publio Nummio Nummiano y Publio Fabio Tauro, dumviros del
municipio Flavio de los segovianos, reconstruyeron el acueducto.
Ahora bien queda en suspenso el problema de la construcción del
Acueducto. 

 Lectura explicada:
Imp(eratoris) Nervae Traiani Caes(aris) Aug(usti) Germ(anici), P(ontifex) M(aximus), Tr(ibunicia) P(otestate) II, Co(n)s(ulis) II, Patris Patriae
iussu  P(ublius) Nummius Nummianus et P(ublius) Fabius Taurus lí vir
munic(ipii) FI(avii) Segoviensium aquam / restituerunt

dilluns, 28 de novembre del 2011

Atenas

Ágora:

Ágora es un término por el que se designaba en la Antigua Grecia a la plaza pública de las ciudades-estado griegas (polis).
Era un espacio abierto, centro del comercio (mercado), de la cultura y la política de la vida social de los griegos. Estaba normalmente rodeada por los edificios privados y públicos más importantes, como las stoas (pórticos columnados), pritaneos (oficinas administrativas), Bouleterión (edificio para las reuniones de la boulé) y balaneia (baños).




Teseion:
El Hefestión o templo de Hefesto y de Atenea Ergané o Teseion (en griego Θησείον) es un templo dórico períptero, situado en el noroeste del ágora de Atenas, en lo alto de la colina llamada Colonos Agoreo. Desde el siglo VII hasta 1834, fue un iglesia cristiana.No se ha hallado ningún resto de un edificio anterior y no se trata, por tanto, de una reconstrucción de uno posterior a las destrucciones persas ocasionadas en Atenas durante las Guerras Médicas.
El templo da testimonio de una particular riqueza de ornamentos esculpidos. Conserva la techumbre  a dos aguas con un frontón que ya no contiene ningún ornamento. Es hexástilo y sus columnas de orden dórico.



Areópago:
El Areópago o ‘colina de Ares’, era un monte situado al oeste de la Acrópolis de Atenas, sede del Consejo que allí se reunía. Inicio: 480 a.C. – Fin: 425 d.C.
Según la leyenda, se llamaba así porque Ares había sido juzgado por los dioses y exonerado de ser ajusticiado por dar muerte a Halirrotio, hijo de Poseidón, que había violado a la hija de Ares, Alcipe. Por otra parte, y también según la leyenda, allí fue juzgado Orestes por el asesinato de su madre Clitemnestra.

 
 
 
Bouleterion: 
El bouleuterión es el edificio donde se reunía la boulé, el consejo, en las ciudades de la Antigua Grecia. En función del nombre específico de esta institución en las diferentes ciudades, podía llevar otro nombre: por ejemplo, sinedrión en Mesene o gerontikón en Nisa.
 
 
 
 
 
 
Estoas: 
El término estoa  hace referencia, en la arquitectura clásica, a una de las construcciones más sencillas: un espacio arquitectónico de planta rectangular alargada cubierto (un pórtico), conformado mediante una sucesión de columnas (pilares o soportes), y muros laterales; solía formar parte de espacios públicos, como plazas, gimnasios y jardines. Normalmente se encontraba en el ágora.
Como espacio público, protegido del sol y la lluvia, servía para entablar relaciones y, a veces, establecer puestos de comercio.


dimarts, 15 de novembre del 2011

Atenas

Acrópolis: La acrópolis era, literalmente, la ciudad alta y estaba presente en la mayoría de las ciudades griegas, con una doble función: defensiva y como sede de los principales lugares de culto. La de Atenas está situada sobre una cima, que se alza 156 metros sobre el nivel de mar. También es conocida como Cecropia en honor del legendario hombre-serpiente, Cécrope el primer rey ateniense.





Propileos:


Los Propileos eran la gran entrada a la Acrópolis de Atenas. Fueron construidos a partir del año 437 a.C. por el arquitecto  Mnesicles en un terreno accidentado y sobre las ruinas de los propileos arcaicos que fueron destruidos en el año 480 a.C. en el incendio ocasionado por los persas. Las seis columnas de la entrada son  dóricas, igual las de la fachada delantera como las seis de la parte posterior. Está construido con mármol pentélico, consta de un vestíbulo de 24 x 18 metros. En el interior, un muro con cinco puertas lo divide en dos partes; la occidental, más grande, tiene dos hileras de tres columnas jónicas que forman tres naves.





Atenea Niké:




Al lado sur de los Propileos se encuentra el templo de Atenea Niké (Atenea victoriosa) o Niké Aptera (Victoria sin alas). La construcción encargada al arquitecto Calícrates data del año 421 y el  410 c.C. Este monumento emplazado en la entrada de la Acrópolis quería simbolizar que, una vez sin alas, la diosa no se movería de Atenas.




Erectéion: 

Situado en la Acrópolis de Atenas, el Erecteión es un templo griego erigido en el lado norte de la Acrópolis en honor a Atenea Polias, Poseidón y Erecteo, rey mítico de la ciudad. De orden jónico, áptero, atribuido al arquitecto Filocles es uno de los más bellos monumentos arquitectónicos griegos. Está hecho de mármol  pentélico. Su construcción se inició en 421 a.C. y se concluyó en 406 a.C. Su nombre, que significa «el que sacude la Tierra», designa el sobrenombre ático de Poseidón.





Partenón:

Pericles confió la dirección de las obras de la Acrópolis al escultor Fidias. Ictino y Calícrates fueron los arquitectos del Partenón, sobre los cimientos de otro antiguo templo de grandes proporciones, denominado Prepartenón o Hecatompedón, del que existen pocos datos seguros y que había sido destruido por los persas. La construcción se alargó durante quince años, del 477 a.C. al 432 a.C.
Es un templo de orden dórico, que fue proyectado con ligeras correcciones con la finalidad de contrarrestar los efectos ópticos de la perspectiva, es decir, todas las líneas aparentemente rectas en realidad se esculpieron ligeramente curvas, para obtener más armonía.


dilluns, 14 de novembre del 2011

El ejército romano

Carácter del ejército romano. El ejército romano empezó siendo una simple milicia de
campesinos que se reunían solamente cuando las circunstancias lo exigían. Los soldados eran
ciudadanos que aportaban su equipo y armamento y consideraban el servicio militar como uno de
tantos deberes impuestos por la vida cívica. Esta organización dio a Roma el imperio del mundo, pero
una vez conseguido, se reveló incapaz de defenderlo y consolidarlo. A fines del siglo II a. de J. C.
empezó la evolución del ejército romano. Su gran reformador fue Mario; los soldados se reclutaron
entre los más pobres de la población, con un largo tiempo de servicio, y gradualmente fueron
convirtiéndose en mercenarios, sin otro oficio que el de las armas.
César encontró al ejército en plena transición. No tenía todavía el carácter que le dio Augusto
y acentuaron sus sucesores, pero era ya una organización permanente formada por profesionales.
Los lazos de fidelidad religiosa e interés práctico que unían los soldados al general tenían ya aquel
matiz personalísimo que había de convertir a las legiones en el más poderoso instrumento político.
Organización. La infantería es la fuerza principal del ejército romano, y la unidad táctica de
infantería, la legión (legio). Ésta debe su nombre a la "reunión" de las tribus que formaban la
antigua milicia ciudadana. Deriva directamente de la falange dórica, introducida en el Lacio a través
de las ciudades de la Magna Grecia. La falange era una formación compacta de infantería pesada,
cuya misión principal era el choque; la maniobra era más bien encomendada a la caballería, colocada
generalmente en las alas. Los romanos, débiles en caballería, modificaron la falange haciéndola más
manejable y maniobrera. A este efecto la subdividieron en unidades capaces de moverse con cierta
independencia, cohortes, manípulos y centurias.
La centuria era la unidad inferior y constaba normalmente de cien hombres; dos centurias
formaban un manípulo, tres manípulos una cohorte y diez cohortes una legión. Asi, una legión
constaba de 60 centurias y su contingente teórico era de 6.000 hombres. Sin embargo, raras veces
contaban las legiones con su efectivo completo. Su contingente normal era de 4.500 a 5.000
hombres, lo que nos da de 70 a 80 hombres por centuria.
Armamento. El armamento defensivo del legionario romano era parecido al del hoplita
griego: casco, coraza, probablemente grebas y un escudo pesado de más de un metro de alto. Las
armas ofensivas consistían en una jabalina (pilum,) y una espada corta (gladius) de origen ibérico.
El pilum era una lanza de madera con punta de hierro que se lanzaba a distancia para desorganizar
las filas enemigas antes de entablar el cuerpo a cuerpo; una vez establecido el contacto, se empleaba
la espada, ancha y puntiaguda, que se manejaba de un modo parecido a la moderna bayoneta.
Además de sus armas, el soldado debía llevar en su mochila individual (sarcina) sus víveres,
utensilios para cocinarlos e instrumentos de zapa y fortificación. Todo ello formaba un equipo
bastante pesado que el legionario debía ser capaz de transportar durante largas marchas sin sentir
fatiga.
Mandos. La disciplina se mantenía gracias a una sabia jerarquía de mandos. Los oficiales
inferiores eran los centuriones o comandantes de las centurias; todos ellos habían empezado
sirviendo en las filas y debían el grado a su valor y virtudes militares. Los centuriones de la primera
cohorte eran más importantes que los otros y recibían el nombre de primorum ordinum centuriones o
primi ordines; el jefe de la primera centuria, llamado primipilus,. tenía acceso a los consejos de guerra
junto con los oficiales superiores. Eran éstos los tribunos militares (tribuni militum}, y los legados
(legati); los primeros eran seis por legión, cuyo mando desempeñaban por turno. En tiempo de César
los tribunos cedieron el paso a los legados, especie de lugarteniente del general en jefe, que podían
ejercer funciones independientes y mandar ejércitos enteros o parte de ellos. Todos estos oficiales
pertenecían a las clases superiores de Roma, nobleza senatorial y caballeros, y venían a formar
como el estado mayor del general.
Tropas especiales. Adjuntos al estado mayor estaban también los praefecti fabrum o jefes
de ingenieros; para los trabajos de fortificación e ingeniería, no se disponía de cuerpos especiales;
cuando el caso lo requería se separaban de las filas a los soldados más capacitados para ello (fabri).
Las tropas legionarias constituían la infantería pesada; la caballería y la infantería ligera
estaban encuadradas en unidades independientes de las legiones, designadas como tropas
auxiliares (auxilia); las componían soldados no ciudadanos, provinciales y extranjeros. Los auxiliares
de infantería consistían sobre todo en honderos y arqueros; la caballería, cuyas formaciones se
llamaban alae o cohortes alariae, por desempeñar generalmente misiones de flanqueo, estaba
mandada por los praefecti equitum, que muchas veces eran los mismos jefes o notables de las
tribus a que pertenecían los jinetes.
Formación en batalla. En la batalla, la formación táctica más usual en tiempo de César era
la acies triplex, en tres líneas, cada una de un cierto número de cohortes, por ejemplo, cuatro en la
primera y tres en las sucesivas, dispuestas al tresbolillo: este dispositivo permitía dejar intervalos
entre las cohortes por los que podían filtrarse, durante el combate, las reservas y refuerzos.
Normalmente, cada cohorte presentaba los manípulos adosados en línea, mientras las centurias de
cada manípulo se disponían en profundidad.
EL CAMPAMENTO ROMANO
Para ponerse a resguardo de posibles sorpresas, el ejército romano se hacía fuerte todas las
noches en un campamento fortificado (castra). Durante la marcha, el general enviaba por delante
un destacamento encargado de elegir un emplazamiento adecuado, fácil de defender y, a ser posible,
con posibilidad de abastecerse en agua, leña y forraje.
   


Una vez elegido el sitio, lo acotaban según una disposición tradicional (castra metari); un cuadrilátero
rodeado de un foso y una estacada. Llegadas las legiones, se emprendía inmediatamente el
atrincheramiento. Una trinchera excavada (fossa) solía tener cuatro metros de anchura por tres de
profundidad. Con la tierra excavada se levantaba un terraplén o muro (agger), coronado por una
estacada (vallum).
Las dimensiones del campamento dependían, naturalmente, del número de legiones que en
él debieran alojarse, pero su plano siempre era el mismo. En el centro de cada lado del cuadrilátero
se abría una puerta. La puerta dirigida hacia el enemigo era la porta praetoria, a la que
correspondía, al lado opuesto, la porta decumana. A ambos lados se abrían la porta principalis
dextra y la porta principalis sinistra. El interior estaba dividido según una cudrícula de calles (viae)
que discurrían entre las tiendas (tentoria). Las dos principales, que se cortaban en ángulo recto en el
centro del campamento, eran la uia principalis,, que iba de una puerta lateral a la otra, y la uia
praetoria, que desembocaba en la puerta del mismo nombre.
En la intersección de ambas calles principales se abría el forum, o explanada para las
asambleas, con el praetorium, pabellón del general, y el quaestorium, alojamiento del cuestor y de
los servicios administrativos y de intendencia. Alrededor del praetorium. se alineaban las tiendas del
estado mayor y de las tropas elegidas.
Entre el uallum. y las tiendas se dejaba un espacio (intervallum) para facilitar las entradas y
salidas.
Cuando una tropa debía permanecer alojada durante mucho tiempo en un determinado lugar,
se construía un campamento permanente (castra statiua). Si era para pasar el invierno, recibía el
nombre de hiberna. En la época imperial muchos campamentos permanentes se convirtieron en
núcleos de población urbana que desempeñaron un gran papel en la romanización de las provincias.